Cuando me rozas el corazón,

Era una tarde cualquiera, de un día cualquiera, de un mes marcado por casi todos en el calendario: diciembre. Eran las siete y media y la noche cubría ya todas las calles. Pascual llevaba más de tres horas sentado frente al ordenador, redactando aquel odioso trabajo para el máster. Tomó otro sorbo de su café y, entonces, sonó el timbre. 

La cámara del telefonillo no mostraba a nadie, así que por si acaso preguntó "Quién es?", una mano asomó desde abajo y Pascual rompió a reír. Abrió la puerta y se sentó a esperar mientras oía el ascensor subir. Un, dos, tres pasos. Toc, toc. "Está abierto" Los pasos se transformaron en una congelada Jota tapada hasta las cejas por una bufanda y un gorro multicolor. Pascual sonrió. 

- Deberías usar plataformas o ponerte unos tacones para poder llegar a la cámara. 

- Me iré con alguien que no tenga una maldita cámarita a dos metros en su portal. 

La besó en la mejilla 

- Voy a prepararte un chocolate, que veo que vienes guerrera.

Jota se quitó la bufanda y el gorro, dejó los guantes sobre la mesa y comenzó a buscar el par de pendientes que se había olvidado la ocasión anterior. Abrió un cajón y allí estaba, aquel pequeño cuaderno azul.

"No se como interpretarte, con tus silencios, con tus palabras. Me miras y te quedas callada, como si me hubiera convertido en una persona diferente y extraña. No se porque te cuesta ver que bajo esta apariencia de medio tonto anormal, sigue estando aquel chico que te miraba al dormir. El que tocaba la guitarra aquellas mañanas de marzo y te invitaba a subir, al tejado de su coche a contemplar las estrellas mientras te reías "todavía es de día" me decías "que tonto eres, hay sol". Y que más me daba a mi que fuera de día? Las estrellas estaban ahí, escondidas"

Se le encogió el corazón mientras una sonrisa se dibujaba en su cara. Las emociones, cuando eran por él, se volvían más intensas, con un ligero matiz amargo. Julia cerró el cuaderno y volvió a depositarlo en el cajón. Al fondo del pasillo, en la cocina, se oía a Pascual canturreando a The Kooks. 

Parece increíble como unas cuantas palabras consiguen transportarnos tanto tiempo atrás. Pe había crecido. Y ella también. A nadie le gusta reconocer que el paso del tiempo cambia nuestro ritmo, pero ocurre. 

Volvió a verse allí, tumbada en aquella cama con él dormido a su lado. Cantaban. Reían. Se querían. De una manera rara, confusa. Más bien astromántica. 

Ahora todo aquello quedaba atrás. Ya no quedaba nada de Pe, Pascual tenía el miedo detrás de las pupilas y acechaba cuando sus ojos coincidían con los de Jota. Con Julia. 

Ya no eran Pe y Jota, sino dos desconocidos en los cuerpos de siempre. La angustia se volvió más profunda al pensar que no volverían a ser los mismos. Que estaban demasiado lejos el uno del otro como para ponerse a caminar descalzos y sin rumbo.

Aquella noche, Pascual hizo reír a Julia, de forma diferente, como lo hacen las personas adultas y serias, las que han dejado abierto el libro en algún lugar del que ya no se acuerdan: con la cabeza y no con el corazón.

Julia rió, desde lo más hondo de su ser. Regalándole a su torturada alma pequeñas dosis de felicidad. Concediéndole una tregua a las pupilas asustadas de Pascual. 

Con el extraño sentimiento de quién sabe lo que pierde mucho antes de perderlo, Julia le narró historias apasionantes sobre personas y viajes increíbles, pero ni ella mencionó cuantos atardeceres deseó compartir con él, ni Pascual preguntó.

Julia fue alejándose, sin querer. Recuperando aquellas sensaciones que la habían hecho escapar aquella vez. Al despedirse, sus corazones volvieron a rozarse, un segundo, apenas perceptible. "Espero volver a verte pronto" le dijo, ella sonrió, "Te lo prometo". 

Un, dos, tres pasos que se alejan, y el sonido del ascensor al bajar.

Espero que con esta nueva entrega de Pe y Jota

se me perdone esta larguísima espera.
Todas las culpas, a mi odiosa universidad.
Espero que os guste,
♥