Pe y Jota, otra vez.

“¿Te imaginas un tu sin mi?”, le había preguntado, cinco años atrás 
 Y luego…  luego simplemente se había ido. 
Había arrastrado su maleta tranquilamente por el pasillo y había cerrado la puerta. 
Sin dar un porque. Sin darle tiempo a contestar.

"¿Acaso era esa forma de dejar a alguien?" era su pregunta favorita.
 Y en su cabeza siempre la misma respuesta, "¿Acaso hay una forma adecuada de dejar a alguien?". 

 Nadie volvió a mencionar su nombre. Nadie la recordó nunca más.
 Tan solo, al ver un alma errante caminando por las calles en los días de lluvia, alguien,
 se atrevía a susurrar “ella se esfumo” “le abandonó”. Abandonar. 

Odiaba aquella palabra.

Al volver a casa volvían los pensamientos de siempre,
 los porqués las angustias, los nudos en el estomago.
 Dos ojos secos que miraban el infinito, porque ya no tenían más que llorar.
 Un cuerpo sin alma. Un alma errante. “Un alma en pena, más bien”. 

La echaba de menos,cada noche,al caer el sol.
 Echaba de menos el sonido de sus llaves en la cerradura.
 Que la casa oliera a vainilla. Los corazoncitos que dibujaba en el calendario cuando era un día especial, y que al final de mes, todos los días tuvieran uno.
 Echaba de menos sus manos pequeñas y sus pies fríos. La forma en la que canturreaba cada mañana a los beatles.

Cinco años y seis meses desde aquel día de marzo. 
Once mil ciento treinta días sin ella y esos hoyuelos que se le hacían siempre al sonreír.

Aquella noche, perdió la mirada en el techo.
 En su techo. En el techo de ella. Buscando la respuesta. 

“¿Qué si me imagino un yo sin ti? Pues claro que no pequeña...
 Me imagino un yo contigo cada día, cada mañana al despertar.
 Te vuelvo a ver entrar por esa puerta, diciéndome que hace un día genial para saltar sobre los charcos. Y me imagino a mi, cerrando la puerta. 
Para que no puedas volver a irte, o por lo menos, no sin mi.”